Dios y Noboa
Por Felipe Burbano de Lara / Hoy
Ninguna imagen retrata mejor la personalidad política de Álvaro Noboa que la de presentarse como el "héroe de Dios". Lo retrata en su audacia y en su arrogancia, en sus lados más oscuros. O bien estamos ante una persona que manipula los sentimientos religiosos de la gente -"sus necesidades humanas más imperiosas"- o ante un señor convencido de lo que dice y hace, y en consecuencia, ante alguien fuera de sí, enajenado, con las tejas corridas. Ninguna de las dos imágenes es esperanzadora. La hipótesis de la manipulación significa que Noboa es un señor todopoderoso que guarda poco respeto hacia las creencias de la gente. Su mensaje resulta muy claro: todo vale para llegar al poder, no hay ética que limite sus deseos personales.
El "héroe de Dios" reparte billetes, computadoras y sillas de ruedas, para disfrazarse de bondad y generosidad. Se hinca ante sus fieles, promete sanar el dolor de los más sufridos, besa a los inválidos, y luego se retira rodeado de guardaespaldas a sus cómodos aposentos. Sus actuaciones buscan proyectar la imagen de un ser excepcional, con cualidades milagrosas, que los salvará. ¿Quién manipula, sin embargo? Lo hace el poderoso, el vivo, el abusivo, quien desprecia a las personas manipuladas. ¿Qué hay detrás de ese burdo juego de conquista electoral? Hacer del otro un instrumento de sus propios fines, utilizar al otro -al ingenuo, al pobre, al sufrido- para realizar un desesperado anhelo de poder.
Si no es un manipulador, entonces el señor Noboa está convencido de ser el "héroe de Dios". En esta segunda hipótesis, nos enfrentamos a una persona fuera de sus cabales. Los frutos de su cabeza han terminado por imponerse, se ha rendido a sus criaturas (Marx). Noboa actúa a través de sus fantasmas, convencido de estar más allá del bien y del mal. Nunca responde a las críticas, no tiene por qué hacerlo. Promete solo rezar por quienes no lo comprenden. La ausencia de argumentos y razones se sustituyen con un gesto que pretende convertirlo en el cordero de Dios. ¿Cuál es la otra cara que encubre el cordero?
Un señor enajenado tampoco es dueño de sus actos. Aún más, se ve arrastrado por una suerte de voz interior que solo él escucha, que le dice qué hacer y en nombre de qué fines.
Me pregunto si los derechos de sus críticos, de sus opositores, estarán asegurados frente a un ser con esos raptos mesiánicos. ¿Cómo responderá a las críticas con todo el poder que acumulará? ¿Rezará por sus críticos o los mandará a callar? Con el señor Noboa la oposición no tendrá ningún espacio, no habrá respeto ni interlocución posibles, serán condenados al infierno.
Con frecuencia, los enviados de Dios suelen ordenar sacrificios en nombre de fines superiores. ¿Estaremos frente a un presidente o ante una figura sagrada que demandará veneración y sacrificio en su nombre?
No hay por dónde perderse. Las artimañas electorales no esconden al candidato sino que lo revelan de cuerpo entero. ¿Manipulador o enajenado? ¿Cuál de las dos imágenes le convence más?
Ninguna imagen retrata mejor la personalidad política de Álvaro Noboa que la de presentarse como el "héroe de Dios". Lo retrata en su audacia y en su arrogancia, en sus lados más oscuros. O bien estamos ante una persona que manipula los sentimientos religiosos de la gente -"sus necesidades humanas más imperiosas"- o ante un señor convencido de lo que dice y hace, y en consecuencia, ante alguien fuera de sí, enajenado, con las tejas corridas. Ninguna de las dos imágenes es esperanzadora. La hipótesis de la manipulación significa que Noboa es un señor todopoderoso que guarda poco respeto hacia las creencias de la gente. Su mensaje resulta muy claro: todo vale para llegar al poder, no hay ética que limite sus deseos personales.
El "héroe de Dios" reparte billetes, computadoras y sillas de ruedas, para disfrazarse de bondad y generosidad. Se hinca ante sus fieles, promete sanar el dolor de los más sufridos, besa a los inválidos, y luego se retira rodeado de guardaespaldas a sus cómodos aposentos. Sus actuaciones buscan proyectar la imagen de un ser excepcional, con cualidades milagrosas, que los salvará. ¿Quién manipula, sin embargo? Lo hace el poderoso, el vivo, el abusivo, quien desprecia a las personas manipuladas. ¿Qué hay detrás de ese burdo juego de conquista electoral? Hacer del otro un instrumento de sus propios fines, utilizar al otro -al ingenuo, al pobre, al sufrido- para realizar un desesperado anhelo de poder.
Si no es un manipulador, entonces el señor Noboa está convencido de ser el "héroe de Dios". En esta segunda hipótesis, nos enfrentamos a una persona fuera de sus cabales. Los frutos de su cabeza han terminado por imponerse, se ha rendido a sus criaturas (Marx). Noboa actúa a través de sus fantasmas, convencido de estar más allá del bien y del mal. Nunca responde a las críticas, no tiene por qué hacerlo. Promete solo rezar por quienes no lo comprenden. La ausencia de argumentos y razones se sustituyen con un gesto que pretende convertirlo en el cordero de Dios. ¿Cuál es la otra cara que encubre el cordero?
Un señor enajenado tampoco es dueño de sus actos. Aún más, se ve arrastrado por una suerte de voz interior que solo él escucha, que le dice qué hacer y en nombre de qué fines.
Me pregunto si los derechos de sus críticos, de sus opositores, estarán asegurados frente a un ser con esos raptos mesiánicos. ¿Cómo responderá a las críticas con todo el poder que acumulará? ¿Rezará por sus críticos o los mandará a callar? Con el señor Noboa la oposición no tendrá ningún espacio, no habrá respeto ni interlocución posibles, serán condenados al infierno.
Con frecuencia, los enviados de Dios suelen ordenar sacrificios en nombre de fines superiores. ¿Estaremos frente a un presidente o ante una figura sagrada que demandará veneración y sacrificio en su nombre?
No hay por dónde perderse. Las artimañas electorales no esconden al candidato sino que lo revelan de cuerpo entero. ¿Manipulador o enajenado? ¿Cuál de las dos imágenes le convence más?
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