El Mudo Habla - Alvaro Noboa Ponton

lunes, noviembre 13, 2006

Del tamaño de uno de sus barcos

Por Diego Araujo Sánchez / Hoy

Cuando intervino como candidato presidencial en 1998, se recordó que la revista Forbes calculó la fortuna familiar en $1 200 millones y dijo de Álvaro Noboa que "tiene un ego del tamaño de uno de sus barcos cargueros". En esa primera ocasión fue candidato del PRE. Dos años antes, Abdalá Bucaram había llegado al poder enancado en el discurso de la fuerza de los pobres y denostando a la oligarquía, un poderoso sector de la cual lo apoyaba; pero Bucaram cayó en pocos meses. La experiencia populista hizo el milagro de juntar al hombre más rico del Ecuador con un marxista ortodoxo, Alfredo Castillo, que lo acompañó como candidato a vicepresidente. El prodigio mayor fue trastrocar la fuerza de los pobres por la de los ricos. Fundida con las prácticas populistas, la riqueza dejó de ser, en el imaginario colectivo, una carta en contra para ganar las elecciones y se convirtió, por el contrario, en su eficaz auxiliar mágico. Primero, por la capacidad de la chequera para comprar votos a cambio de dádivas, lo cual es una forma de pervertir el proceso electoral; y, segundo, por conseguir que pasen desapercibidos los conflictos de intereses y graves riesgos que representa la concentración en una sola persona del poder económico y el poder político. ¿No se escuchan las peregrinas "razones" de que la fortuna de Noboa es una especie de escudo contra la corrupción (si ya es el más rico, ¿para qué necesita acumular más?) o de que, si maneja más de 100 empresas, tiene por eso experiencia asegurada para administrar el país, como si la ciudadanía se redujera a una masa de clientes o consumidores?

La fuerza del dinero en maridaje con el populismo puso a Noboa muy cerca de ganar a Jamil Mahuad la Presidencia en la segunda vuelta electoral el 12 de julio de 1998: algo más de 120 mil votos, apenas una diferencia de 2 puntos, inclinó la balanza electoral a favor de Mahuad; y el 24 de noviembre de 2002, estuvo en una segunda final frente a Lucio Gutiérrez, que ganó a Noboa con un 9% más de votos.

¿Qué le ha llevado a Noboa a la pertinaz obsesión de conseguir la Presidencia? ¿Un capricho de niño rico que, según propia confesión, quiere superar al padre, con el ejercicio del poder político? ¿Se trata, para repetir la imagen de Forbes, de un ego tan grande como uno de sus buques de carga?

Con un eventual triunfo de Noboa, retrocederíamos a un ejercicio directo del poder plutocrático, con un ingrediente más amenazante: autoproclamarse "héroe de Dios". ¿Se trata de una burda manipulación política o de un de una enfermiza convicción personal? La experiencia histórica enseña la recurrencia de los desvíos autoritarios por la concentración del poder en un individuo, mucho más cuando lo ejerce con los pujos de "enviado de Dios". La falta de instituciones públicas confiables -para este caso, de partidos políticos- y el débil imperio de la ley acrecientan el riesgo de lo impredecible cuando se juntan el poder político y económico con un ego del tamaño de un barco carguero.

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