El Mudo Habla - Alvaro Noboa Ponton

viernes, noviembre 10, 2006

Dramas de siempre

Por Xavier Lasso / El Comercio

Que está enfermo Alvarito, dicen. Que su peso es excesivo. Que se cansa demasiado, que casi no puede terminar los recorridos que la campaña exige. Pero también dicen, cosa más grave aún, que su enfermedad tiene que ver con su temperamento. No de otra manera se puede entender esta suerte de delirios místicos, de sanador que con solo tocar a las personas las cura de todos los males. Asistimos a sus invocaciones a Dios, a sus rezos llenos de histrionismo, hincando las dos rodillas, los ojos cerrados, los enfermos a su lado, chamán que nos convoca a sus actos de caridad, una silla de ruedas por acá, otra por allá, muchas camisetas lanzadas desde su cuatro por cuatro, esas que producen verdaderas avalanchas, tanto que una mujer ya fue arrollada por la mismísima camioneta del salvador.

No dábamos un real frente a sus apetencias presidenciales, creíamos que solo era capricho de niño rico, que con el tiempo la pataleta se iría. Pero no, estamos ahora avocados a enfrentarlo, primero en las urnas y, si Dios de verdad quiere castigarnos por no hacer bien nuestras tareas, nos la veríamos con un gobierno, su gobierno, que seguro nos maltratará, como se maltrata a los niños en ciertas bananeras, sus bananeras.

Solo se prestaban para burla sus brazos extendidos, con la mirada vacía y su cansino estribillo: Adelante, Ecuador, adelante. De esta cierta comicidad hemos pasado a la tragedia, y parece que aún reímos, como si no tomáramos conciencia de la gravedad del asunto. Este actor político, ya va por su tercera campaña, que no parece convencido de las bondades de la democracia está aquí, como una amenaza, para decirnos que tiene casi comprada la Presidencia, que no se sentirá tan solo inquilino de Carondelet, será su dueño.

Y sorprende que la gente se esté tomado todo esto a la ligera, que se lo siga tomando, y lo de Alvarito gane terreno. No es solo la gente pobre, muy pobre, la que por una camiseta arriesga todo, o casi nada, quienes aprueban todo este montaje 'noboísta', también hay de aquellos que miran las cosas con ojos miopes, en donde predominan los intereses de muy corto plazo, por ejemplo que el balance del próximo semestre salga bueno, aunque quién sabe qué pase luego, qué de la suerte de todos cuando las máscaras ya estén en los suelos, cuando ya no sean necesarias las sillas ni las camisetas ni las casas que por miles hoy se ofrecen.

Una vez instalado este poder en el Palacio lo único que se multiplicará serán los balances de las empresas del sanador.

Así las cosas, los enfermos, en realidad, somos nosotros. Humillados, ofendidos, degradados, es tal la deformación que eso parece nos deleita. Esta cada vez más lejana y menoscabada ciudadanía nos hace conocer otros fondos, haciendo del cuento de la patria un cuento burdo, de nunca acabar: repetición cansina de los mismos dramas, las mismas paradojas. Unos caciques ceden sus espacios, unas mafias mueren políticamente, surgen otras para mantenernos en esta enfermiza situación.