Autoritarismo
Por Alexandra Ayala Marín / Diario HOY
Algo huele mal en nuestro paisito. Aunque en niveles oficiales y
mediáticos se empeñen en minimizar o negar, reiteradamente, bajo el
nombre de "irregularidades", la posibilidad de fraude en las
elecciones de hace 15 días, los hechos en torno a la contratación de
la empresa E-Vote por el Tribunal Supremo Electoral no pueden sino
crear sospechas o hacernos constatar, una vez más, que la
representación por partidos políticos en instancias de control es en
sí misma el origen de fraudes de carácter ético, una de cuyas
expresiones es el pasar por alto, casi siempre, viejas leyes
consuetudinarias y cualquier otra ley de derecho, vieja o nueva, como
normas de contratación, en este caso.
Ya se ha dicho que el sistema de representación es el fraudulento, lo
cual pone en evidencia, también, la urgencia de una reforma política.
Pero esta reforma se quedará como aspiración de buena parte de la
ciudadanía si llega a la Presidencia de la República el temible
candidato que hoy tiene las mayores opciones de triunfo: el
autoritarismo busca prescindir de camisas de fuerza en las que se
convierten las leyes observadas y aplicadas, y de una ciudadanía
activa y proactiva, que vigila y reclama derechos, que quiere dejar de
ser "pueblo" no para ascender a "clase media" sino y sobre todo, para
hacer de esta una democracia participativa, que vaya eliminando en la
práctica ese autoritarismo que arrastramos como herencia del viejo
latifundio, ya no espacio físico sino simbólico, expresado en
comportamientos y valores o en esa necesidad de un mesías que tienen
las mayorías.
Que no nos digan que el TSE se equivocó de "buena fe" al contratar a
E-Vote, o que Santiago Murray, identificado recién como vocero y no
representante legal de la empresa, no tuvo las condiciones propicias
para la entrega de resultados dos horas y media después de cerradas
las mesas electorales. Demasiado cinismo, además, del abogado
empresarial al pretender que el Estado pague el monto total del
contrato, cuando el incumplimiento fue visible para el país entero.
Pero estos hechos son anécdotas. Lo esencial es que los vocales del
TSE abusaron del principio de autoridad que les otorga la Ley, y
obraron según su "regalada gana", por no decir según las viciadas o
corruptas formas de los partidos (ex) mayoritarios a los que
representan.
¿Acaso no dieron licencia a Álvaro Noboa para exceder sus gastos de
campaña y someternos al teatro espeluznante de billetes lanzados como
capillos a la muchedumbre hambrienta, y reeditar escenas de hace medio
siglo?
El autoritarismo es más que abuso de autoridad. Implica la existencia
de personas y mentalidades sometidas por las carencias o la herencia
de un pasado. Es molestoso como rasgo personal, pero muy peligroso
como forma de gobierno. Es lo que promete el candidato de las manos
bamboleantes. Retrocederemos. Y nuestra democracia se hará más
endeble.
Algo huele mal en nuestro paisito. Aunque en niveles oficiales y
mediáticos se empeñen en minimizar o negar, reiteradamente, bajo el
nombre de "irregularidades", la posibilidad de fraude en las
elecciones de hace 15 días, los hechos en torno a la contratación de
la empresa E-Vote por el Tribunal Supremo Electoral no pueden sino
crear sospechas o hacernos constatar, una vez más, que la
representación por partidos políticos en instancias de control es en
sí misma el origen de fraudes de carácter ético, una de cuyas
expresiones es el pasar por alto, casi siempre, viejas leyes
consuetudinarias y cualquier otra ley de derecho, vieja o nueva, como
normas de contratación, en este caso.
Ya se ha dicho que el sistema de representación es el fraudulento, lo
cual pone en evidencia, también, la urgencia de una reforma política.
Pero esta reforma se quedará como aspiración de buena parte de la
ciudadanía si llega a la Presidencia de la República el temible
candidato que hoy tiene las mayores opciones de triunfo: el
autoritarismo busca prescindir de camisas de fuerza en las que se
convierten las leyes observadas y aplicadas, y de una ciudadanía
activa y proactiva, que vigila y reclama derechos, que quiere dejar de
ser "pueblo" no para ascender a "clase media" sino y sobre todo, para
hacer de esta una democracia participativa, que vaya eliminando en la
práctica ese autoritarismo que arrastramos como herencia del viejo
latifundio, ya no espacio físico sino simbólico, expresado en
comportamientos y valores o en esa necesidad de un mesías que tienen
las mayorías.
Que no nos digan que el TSE se equivocó de "buena fe" al contratar a
E-Vote, o que Santiago Murray, identificado recién como vocero y no
representante legal de la empresa, no tuvo las condiciones propicias
para la entrega de resultados dos horas y media después de cerradas
las mesas electorales. Demasiado cinismo, además, del abogado
empresarial al pretender que el Estado pague el monto total del
contrato, cuando el incumplimiento fue visible para el país entero.
Pero estos hechos son anécdotas. Lo esencial es que los vocales del
TSE abusaron del principio de autoridad que les otorga la Ley, y
obraron según su "regalada gana", por no decir según las viciadas o
corruptas formas de los partidos (ex) mayoritarios a los que
representan.
¿Acaso no dieron licencia a Álvaro Noboa para exceder sus gastos de
campaña y someternos al teatro espeluznante de billetes lanzados como
capillos a la muchedumbre hambrienta, y reeditar escenas de hace medio
siglo?
El autoritarismo es más que abuso de autoridad. Implica la existencia
de personas y mentalidades sometidas por las carencias o la herencia
de un pasado. Es molestoso como rasgo personal, pero muy peligroso
como forma de gobierno. Es lo que promete el candidato de las manos
bamboleantes. Retrocederemos. Y nuestra democracia se hará más
endeble.
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